domingo, 12 de julio de 2009

Sacarse la espina

(Publicado en Semana Ed. 1419)

La cantante mexicana Lila Downs no siempre se sintió orgullosa de su origen indígena. Cuando niña se sentía discriminada dentro de su propio país por tener raíces norteamericanas (por el lado de su padre) y mixtecas (por el lado de su madre). La vergüenza por su origen se transformó después en un gran sentimiento de orgullo que ha impregnado su discografía a lo largo de una carrera musical que está cumpliendo 15 años. Este mes la cantante, recordada por su participación en la banda sonora de la película Frida, protagonizada por Salma Hayek, presenta el CD-DVD Lo mejor del alma de Lila Downs, un compilado que celebra su identidad mestiza a través de 18 canciones en las que la música tradicional mexicana se combina con el son cubano, el bolero, el bossa nova, el ska y el reggae.

Lila Downs, quien fue nombrada por Chavela Vargas su sucesora, ha incluido en esta compilación rancheras tradicionales como Paloma Negra y La llorona, que anteriormente había interpretado en su disco Border (2001). Estos temas le recuerdan el principio de su carrera, cuando cantaba en bares y en restaurantes y tenía que llamar la atención de los comensales para reunir una buena propina: "La ranchera me enseñó a sentir la música con mucha intensidad. A ponerles chispa a mis interpretaciones. La ranchera sana el alma. Fue lo que bebí primero", le dijo Downs a SEMANA desde México.

Sin embargo, su música no sólo evoca las cantinas mexicanas. Lo mejor del alma de Lila Downs también tiene una versión en spanglish de la famosa canción de Osvaldo Farrés Quizás, quizás, quizás (cantada por ella el estribillo es "Perhaps, perhaps, quizás") y La Martiniana, una canción tradicional zapoteca que alterna letras en español con dialecto mixteca. Para Downs, el poder narrativo de la música trasciende las barreras lingüísticas: "Si quieres contar una historia a través de la música, el lenguaje no importa. Creo que la música que de verdad sobrevive a través del tiempo es la música que no tiene lenguaje. La verdadera música no tiene que ver con las letras, tiene que ver con la profundidad del espíritu del ser humano".

Y es que sus canciones van más allá del homenaje a sus ancestros. En ellas hay una preocupación por la situación política de su pueblo y, por extensión, de Latinoamérica. La mexicana entiende la música como un canal para manifestar estos problemas. En La cucaracha, una alegre versión de la canción tradicional que todos conocen, denuncia: "En la misa y en la feria todo el mundo ya lo sabe / los que llegan al gobierno porque se puede comprar / del partido comunista ya no queda casi nada / ahora todos van buscando cómo hacerse millonadas". Algo que resalta de estos temas es que Downs siempre se acerca a la política por medio del humor: "Yo creo que como músico, es mi deber encontrar la forma de sacarse la espina. El gobierno siempre será un desastre y es más sano hablar de eso sin tanto odio, mejor con baile".

Quince años de carrera musical le han enseñado a Lila Downs que la labor del músico, más allá del glamur y de la fama, tiene que ver con lo que se le transmite al público. Con los lazos que la música crea. Con el espíritu de quien la escucha: "A mí también me sucede. A veces estoy de mal humor y de pronto sale la música y me cambia la actitud. Me pongo humilde ante el mundo, ante la vida. De eso se trata la música. De sacar desde adentro nuestra belleza humana".

El hombre convertido en mito

(Publicado en Semana ed. 1415)

El 3 junio de 1968 la escritora feminista Valerie Solanas intentó asesinar a Andy Warhol. Dice la leyenda que las heridas fueron tan graves, que Warhol estuvo medio minuto muerto. Solanas entró al estudio del artista en Nueva York -conocido como The Factory, célebre por sus fiestas y por ser el hogar de modelos, célebres herederas, travestis y estrellas de rock- y le disparó tres veces. Sobre este incidente Warhol comentó: "Antes de que me pegaran un tiro pensaba que estaba aquí más a medias que por entero: siempre creí estar viendo la tele y no la vida real."

Warhol, quien hasta ese momento había ironizado tanto el arte como la sociedad de consumo norteamericana con sus célebres latas de sopa Campbell's; que había levantando una gran polémica al replantear el concepto de fama al crear íconos de las imágenes de los criminales más buscados y quien había inmortalizado en retratos a Marilyn Monroe (después de su muerte) y a Jacqueline Kennedy (después del asesinato de su marido), se había convertido en una víctima más de esa sociedad norteamericana que aparecía en sus obras, en donde fama y violencia se unían indistintamente: "Pero ser famoso no es tan importante. Si yo no lo fuera, no me habrían pegado un tiro por ser Andy Warhol".

Pero antes de que Warhol se convirtiera en un ícono del arte pop, era simplemente Andrew Warhola, hijo de inmigrantes checos, nacido en Pittsburg en 1928, que pasó gran parte de su infancia recluido en su cuarto recortando fotos de celebridades y leyendo cómics: "Cuando era niño pasaba mucho tiempo enfermo, sentía esas temporadas como pequeñas interrupciones. Pausas internas. Jugando con muñecas". Aprovechando su talento como dibujante, a los 21 años se trasladó a Nueva York. Tiempo después se operaría la nariz y se haría un tratamiento en la piel para borrar las consecuencias de la escarlatina que había sufrido cuando niño. Comenzaría a teñir su pelo de blanco, a usar maquillaje y pelucas y a construirse a sí mismo como un personaje extravagante: "Los problemas de 'viejos' me parecían más fáciles de resolver que los problemas de 'jóvenes'. Entonces decidí tener canas para que nadie pudiera saber qué edad tenía y para que les pareciera más joven de lo que ellos creyeran que sería. Cuando tienes canas, cada movimiento que haces parece 'joven' y 'ágil' en lugar de ser tan sólo normalmente activo. Así pues, me teñí el pelo de blanco a los 23 ó 24 años".

Fue en ese momento en el que Warhol comenzó una exitosa carrera como diseñador gráfico, primero realizando dibujos publicitarios para zapatos y carátulas de discos, y posteriormente, con ilustraciones para revistas de moda como Vogue y Harper's Bazaar. En 1962 expuso por primera vez su obra en la Stable Gallery de Nueva York. Allí introdujo obras emblemáticas sobre la cultura norteamericana como 100 Soup Cans, 100 Coke Bottles y 100 Dollar Bills. Sobre su fijación por el consumo, Warhol comentaría en su libro Mi filosofía. De A a B y de B a A: "Lo bueno de este país es que Estados Unidos empezó la tradición por la cual los consumidores más ricos compran esencialmente las mismas cosas que los pobres. Puedes estar mirando la tele y ver una Coca-Cola, y puedes saber que el presidente bebe Coca-Cola, Liz Taylor bebe Coca-Cola, y tú también puedes beber Coca-Cola".

Estas obras dieron paso a múltiples discusiones en el mundo del arte, especialmente instigadas por el teórico norteamericano Arthur Danto, quien formuló que lo que diferenciaba las ordinarias botellas de Coca-Cola de las botellas de Warhol era que éstas se encontraban dentro de una galería, rodeadas de una atmósfera artística y de un artworld (mundo de arte) y que eso era lo que las convertía en una obra. Fue el mismo Danto el que posicionó a Warhol a la altura de un ícono estadounidense al postular que su obra ponía fin a la historia del arte, pues calcaba la realidad de tal manera, que se hacía ya imposible para otros crear un artificio.Warhol también trascendió la clásica imagen del artista. No era gratuito que su estudio se conociera como The Factory (La fábrica), pues él era, sobre todo, la cabeza de una producción que se asemejaba más a lo industrial que a lo artístico. Hecho que no lo atormentaba, sino que era motivo de orgullo: "El arte de los negocios es el paso que sigue al arte. Es mucho mejor hacer arte comercial que arte por el arte".

Entre 1963 y 1968 Warhol realizó más de 60 películas. En ellas, al igual que en muchas de sus obras, buscaba retratar la realidad tal como era. Sleep, de 1963, muestra al poeta John Giorno mientras duerme, durante cinco horas sin cortes ni edición. Blow Job muestra un plano continuo de la cara del actor DeVeren Bookwalter mientras recibe una felación. Empire muestra durante ocho horas la imagen del Empire State Building al anochecer. Películas que se alejan del cine tipo Hollywood y que se acercan más a la críptica visión que tenía Warhol del cine: "El mejor ambiente que se me puede ocurrir es el de una película, porque es tridimensional físicamente y bidimensional emocionalmente". La última película que filmó fue Women in Revolt, de 1971, una sátira del feminismo protagonizada por tres travestis. Sin embargo, continuó produciendo películas para el cineasta Paul Morrisey.

Durante las décadas de los 70 y de los 80 Warhol vivió bajo una de sus máximas: "Ser bueno en los negocios es la más fascinante de las artes". Realizó algunas obras de pintura abstracta en donde orinaba en los lienzos, emulando el trabajo de Jackson Pollock, y satirizaba a los expresionistas abstractos norteamericanos. Pero su trabajo en sí se centró en los retratos por encargo de celebridades como Mick Jagger, Liza Minnelli, Diana Ross y Michael Jackson. Hasta diseñó la carátula del disco Made in Spain (1983) de Miguel Bosé. Se entregó a las fiestas neoyorquinas del club Studio 54 en donde actuaba como un tímido observador, temeroso del contacto físico y paranoico pues, como relató Billy Name, después del atentado de Solanas: "Estaba tan impresionable, que no podías tocarle sin que saltara".

Andy Warhol, el ícono del pop quien acuñó el término "15 minutos de fama" y quien siempre soñó con tener su propio programa de televisión -dedicado sólo a él y que se llamara Nada especial- murió el 22 de febrero de 1987 a causa de una complicación cardíaca. El hombre que llevó la frivolidad y la vida cotidiana a los museos hizo de sí mismo un personaje que se asoció con la fama y con el estatus de superestrella. Sobre la manera como vivía comentó alguna vez: "Cuando quieres parecerte a algo, significa que en realidad lo amas. Cuando quieres ser como una roca, amas realmente esa roca. Yo amo ídolos de plástico".

Polémico y audaz

(Publicado en Semana ed. 1414)

Sobre el escritorio de Giancarlo Mazzanti (Barranquilla, 1963) reposan dos revistas italianas de arquitectura que han hecho especiales editoriales sobre Colombia. En días pasados lo visitó una periodista holandesa que quería entrevistarlo para un programa de televisión. Ciento noventa y seis publicaciones alrededor del mundo (en donde se incluyen las revistas A+U de Japón, Arquitectural Digest de Rusia y Magaz de Arabia Saudita) han dedicado varias páginas a sus obras. Hasta el Phaidon Atlas of Contemporary World Arquitecture ha reseñado la obra de este egresado de la Universidad Javeriana, que realizó estudios de posgrado sobre historia y teoría de la arquitectura y el diseño industrial en Florencia. No es atrevido decir que en este momento la arquitectura colombiana se encuentra en uno de sus momentos de mayor internacionalización y que Mazzanti ha sido uno de los que ha abierto el camino para que los ojos del mundo de la arquitectura se posen sobre Colombia.

Polémico y respetado, a veces criticado con dureza, Mazzanti ha sido blanco de fuertes cuestionamientos. Para muchos no es comprensible cómo el reconocimiento de la arquitectura colombiana ha llegado gracias a obras que tienen grandes similitudes con las de arquitectos como David Chipperfield o Rem Koolhas. En junio de 2008 el blog Esfera Pública abrió un debate sobre la Biblioteca Parque España y sobre el premio obtenido en la Bienal Iberoamericana de Lisboa en donde se planteaba que la arquitectura del barranquillero estaba más volcada hacia las vanguardias internacionales que hacia la construcción de una arquitectura nacional y en donde también se le acusaba de copiar obras como el Centro Multimedia de la Universidad de Hong Kong de Chipperfield y la Casa da Música de Koolhas, en Oporto. Un debate planteado por una arquitectura que defiende las formas y la originalidad, sobre el cual Mazzanti nunca se pronunció. Claro que hoy, y meses después de los correos y las cartas de arquitectos como Guillermo Fischer, es enfático al decir que su arquitectura no habla de la forma sino de los efectos que causan sobre la gente los espacios que él construye: "Si no tuviéramos en cuenta el entorno, si no hiciéramos arquitectura que pertenece al lugar, la apropiación no se daría".

Por otro lado, es claro para Mazzanti que la discusión sobre una arquitectura propia de Colombia no es válida pues dice "no creer en nacionalismos". Para él, el debate sobre las vanguardias internacionales en la arquitectura colombiana no es nuevo: "De cierta manera fue lo mismo que pasó en Colombia en los años 40 y 50 con la llegada de la modernidad. Esa era una posición universal que llegó a Colombia con Salmona y con Bermúdez y que hacía parte de un discurso más amplio".

Para el barranquillero haber ganado la Bienal Iberoamericana de Arquitectura de Lisboa en 2008, con la Biblioteca Parque España, localizada en el barrio Santo Domingo Savio de Medellín, permitió que se abriera un camino para que la comunidad internacional se diera cuenta de que en Colombia hay muchos arquitectos jóvenes con propuestas contemporáneas y de gran calidad. Un ejemplo de esto es la edición 482 de la revista italiana Abitare que dedica toda su edición a la ciudad de Medellín, reseñando no sólo obras de Mazzanti sino también el Orquideorama del Jardín Botánico (de Plan B arquitectos y Jprc), entre otras.

Mazzanti, quien también construyó el Museo del Caribe en Barranquilla, la Biblioteca León de Greiff en Medellín y el Colegio Gerardo Molina en la localidad de Suba, en Bogotá, entiende que el mecanismo de concurso para obras públicas que se ha establecido en el país, especialmente en Medellín, es uno de los factores más importantes para que en este momento la arquitectura colombiana sea reconocida por su calidad y para que se posicione a la vanguardia de Latinoamérica. Son precisamente estos concursos los que han permitido que sectores deprimidos de Medellín se transformen y que la ciudad se encuentre en el centro de la discusión de la arquitectura mundial en este momento.

Y es que para Mazzanti la arquitectura es uno de los instrumentos más poderosos para la transformación social: "En la medida en la que las comunidades tengan la capacidad de apropiarse de los edificios, se producen transformaciones no solamente físicas, del lugar, sino también sicológicas, pues la comunidad empieza a sentir orgullo alrededor de la arquitectura." Este era precisamente el objetivo del proyecto de la Biblioteca Parque España: crear un edificio que fuera lo suficientemente simbólico y sugestivo para que los habitantes de esta localidad tuvieran un sentido de pertenencia. Objetivo que se cumple cuando los turistas que visitan la biblioteca encuentran montones de niños que quieren servir de guías y que ya no sienten vergüenza de decir que viven en Santo Domingo Savio, comunidad estigmatizada por ser el barrio donde vivían la mayoría de los sicarios que trabajaban para Pablo Escobar en la década de los 90.

En este momento está construyendo el Jardín El Porvenir, en la localidad de Bosa de Bogotá. Una obra que pretende llevar la arquitectura al mismo nivel de lo didáctico y así jugar con texturas y patrones que permitan que los niños se familiaricen con diversos elementos. Un proyecto arriesgado que una vez más le permitirá al barranquillero experimentar de qué manera la arquitectura puede ser un elemento poderoso de transformación, no sólo de espacios sino del sentir de las personas frente a ellos.

Lo que queda por decir

(Publicado en Semana Ed. 1404)


En una sala se proyecta un video en el cual se ve la matanza de un cerdo que será el plato principal de una reunión familiar. En otra se proyectan los corredores del panóptico del Museo Nacional y se escuchan las voces de unos presos que, de manera fragmentada, cuentan sus historias familiares. Más adelante un video muestra una desesperada mano dibujando una casa, primero sobre el papel y luego sobre el lodo. En la sala principal se encuentra el río. Seis pantallas gigantes proyectan de lado a lado el movimiento de la corriente del río Cauca.

Las cuatro muestras de video hacen parte de la exposición Actos de habla de la artista Clemencia Echeverri, que se inauguró el 10 de marzo en el Museo de Arte de la Universidad Nacional y que estará abierta al público hasta el 8 de mayo. Para María Belén Sáez, la curadora de la muestra, estas obras se preguntan sobre cómo el lenguaje transforma las experiencias individuales y se convierte en una herramienta para comprenderlas. Es así como en la exposición se escuchan gritos, voces y murmullos que señalan la impotencia que siente la artista frente a la violencia que produce el conflicto en Colombia.

Echeverri, quien cambió la escultura y la pintura por el video y el sonido, dice que estos lenguajes le permiten documentar experiencias directas. Una de estas experiencias fue la visita a las cárceles de Pentonville, en Inglaterra, y el Buen Pastor, en Bogotá, donde pudo entrevistarse con presos que le contaron las historias con las cuales hizo Voz/net, obra que se mostró por primera vez en el Museo Nacional de Colombia en 2006. Para la artista, "la experiencia marca. Puede ser una marca desde lo desagradable o lo agradable. Yo creo que estamos escindidos, fragmentados por muchas experiencias que son ejes que denotan y que mencionan lo que somos. Es ahí cuando el arte elabora lo que ha quedado por decir y los vacíos que posiblemente un ser humano tiene".

Una de las constantes de su obra es hablar desde la experiencia del conflicto. Para Echeverri la guerra ha silenciado y opacado elementos de la realidad colombiana, frente a los que nadie se sienta a reflexionar. Treno, su pieza más reconocida, que hace parte de la colección Daros en Suiza, busca ampliar la imagen y el sonido del río Cauca, lugar con la doble connotación de vida y muerte al haber sido un medio de comunicación fluvial importante para el país que ahora es el lugar en donde se arrojan los cadáveres de la violencia. Para Echeverri: "El río en 'Treno' es como la metáfora de dos orillas. Estamos en un lugar y nos es muy difícil llegar al otro. En este país me he sentido en muchos momentos en lugares de impotencia y de no respuesta. En esta obra puedo mediar el poder que tiene el río en su caudal y extrapolarlo para que enuncie lo que está sucediendo dentro de nuestra historia política".

Es la voluntad de enunciar, reclamar y señalar lo que pasa inadvertido, la que se pone de manifiesto en estos Actos de habla: "El artista le pone un freno a lo vertiginoso, a lo que se descarta como noticia, a lo que aparentemente está sucediendo. El arte reúne memoria, reconstruye el presente y puede llegar a anticipar, si es capaz, si su lenguaje es lo suficientemente poderoso". En el caso de Echeverri, es su voz que desde el dolor quiere transformar su experiencia en arte. Señalar a otras voces y ponerlas en altavoz para que el río no se las lleve corriente abajo.

Los actores del conflicto

(Publicado en Revista Arcadia ed. 42)

¿Recuerda usted el nombre de al menos uno de los soldados que encontró la guaca de las Farc en la película más taquillera del cine colombiano Soñar no cuesta nada? ¿Sabe qué actores encarnaron a los dos amigos que se disputaban el amor de Flora Martínez en Rosario Tijeras? ¿Podría decir el nombre del actor que protagonizó la película del 2007 Esto huele mal? Si sus respuestas son negativas podría deberse a muchas razones. Una de ellas es que la industria cinematográfica colombiana, impulsada por la Ley del Cine en 2003, muchas veces criticada por la cantidad y no la calidad de producciones que aparecen en cartelera, pareciera que no ha producido actuaciones que se fijan en la memoria de los espectadores. Para Sebastián Ospina, actor y guionista caleño, nuestro país carece de una tradición cinematográfica, lo que hace que las actuaciones en las películas sean débiles. Por ello, quizá, los actores y directores, acostumbrados a trabajar en telenovelas y en teatro no logran acoplarse del todo al formato del cine.

El próximo 26 de marzo, Ospina inaugurará el taller “El actor y la cámara”, que pretende familiarizar a los actores colombianos con el lenguaje cinematográfico para lograr actuaciones más realistas en la pantalla gigante. No se debe ser un experto en artes escénicas para comprender que el teatro, la televisión y el cine tienen elementos narrativos propios y que cada uno llega de manera diferente al público. En el cine los actores deben valerse de pequeños gestos y sutilezas (que serán grabados por la cámara y ampliados en una pantalla gigante) para comunicar la interioridad de su personaje; en el teatro el actor debe valerse de su cuerpo para lograr gesticulaciones grandilocuentes que deben proyectarse hasta la última fila del auditorio; y en la televisión el actor debe apoyarse en un guión narrativo y explicativo en donde todo el tiempo se le cuenta al televidente aquello que el personaje siente y piensa. Es ahí donde Ospina es crítico, pues cree que en Colombia, aunque existen grandes actores de televisión y de teatro, estos todavía no se han adecuado al formato del cine: “La intimidad en televisión se expresa a través de parlamentos, no a través de un movimiento interior. El actor de cine es más interesante cuando escucha que cuando habla. En televisión, si el personaje deja de hablar, la cámara no se interesa por él. Por otro lado, el actor de teatro con sus grandes gestos se vuelve poco natural cuando se le acerca una cámara de cine, o se reduce en su actuación y se vuelve muy indicativo”. La directora bogotana Camila Loboguerrero está de acuerdo con los postulados de Ospina, pues cree que el actor de televisión o de teatro debe entender la manera en la que se hace el cine, para poder trabajar un personaje que no se cree escena a escena sino plano a plano.

Para insistir en aspectos como estos, Ospina busca centrarse en ejercicios de memoria sensorial; para muchos la base del trabajo del actor de cine y el núcleo del método de Stanislavsky y del Actor’s Studio de Nueva York, el lugar que cuenta con el orgullo de tener entre sus alumnos graduados a Marlon Brando, Robert de Niro, Al Pacino y Jack Nicholson, entre otros. Pero para Jorge Alí Triana, quien ha dirigido producciones cinematográficas, teatrales y televisivas, esos ejercicios deben acompañarse de una formación seria en artes escénicas: “En el teatro el actor se enfrenta a la exploración y al estudio de la construcción de un personaje. Pienso que el hecho de que un actor tenga una fuerte formación teatral no quiere decir que no pueda adecuarse a los lenguajes del cine y de la televisión. En mi experiencia personal, siento que los actores de teatro pueden adecuarse a cualquier lenguaje y no viceversa. El buen actor teatral es un buen actor de cine y de televisión. Yo creo que el mundo se divide entre actores buenos y malos, provengan de donde provengan, sin embargo, podríamos hacer una estadística con los grandes actores universales y ver que ellos siempre han pasado por las tablas”.

Actualmente en Colombia solo tres instituciones académicas ofrecen el título profesional de Maestro en Artes Escénicas o en Arte Dramático. Para Diego Barragán, profesor de voz de la carrera de Arte Dramático de la Universidad Central, la importancia de la profesionalización del actor reside en que al tener un título de pregrado el artista puede continuar sus estudios de posgrado en otros países y así complementar su formación. Sin embargo, pareciera que no se han hecho muchos avances en la profesionalización del actor desde la década de los noventa, cuando la Escuela Nacional de Arte Dramático (enad) abandonó la tarea de formar profesionales en teatro. Para Róbinson Díaz, actor de cine, televisión y teatro, el problema de la profesionalización se liga con la falta de exclusividad de actores para cine en Colombia: “Desde que la Corte Suprema dijo que los actores hacíamos un oficio, que somos como artesanos, sin tarjeta profesional, trabajadores independientes, no hay ninguna jerarquía, ni estándares, ni escalafones para calificar el trabajo del actor. Acá el reconocimiento depende de la fama, y esta está ligada a los vaivenes de los éxitos en la televisión. Entonces a los actores nos toca trabajar en televisión, que no es ningún pecado, sino una realidad. Hay mucha gente talentosa que trabaja en la televisión para poder vivir”. Díaz anota que aunque en Colombia no hay una formación para prepararse técnicamente a las exigencias del cine, el actor aprende en el camino a adecuarse a este. Para él no hay una actuación exclusiva para cine o para televisión, esto depende del buen trabajo del actor: “El problema de fondo con el cine colombiano es que a los guiones les falta contundencia, no tienen historias coherentes y no entienden cómo se construye un personaje. Por otro lado, los directores de cine y televisión trabajan en función de esquemas de producción en lugar de trabajar al servicio de las buenas historias”.

Esta opinión la comparte Jorge Alí Triana, quien cree que el problema de la mala actuación en el cine colombiano no recae solo en los actores, que no se ajustan al formato, sino también en los directores: “Los directores están formados en narraciones visuales. Muchos de ellos vienen de hacer comerciales, por ejemplo, y piensan más en el lente que en la dramaturgia. Eso hace que las actuaciones sean precarias”. Camila Loboguerrero piensa de manera similar. Habla desde su experiencia como docente de la carrera de Cine y Televisión de la Universidad Nacional, en donde la preparación para un director de cine se centra en la técnica y se deja de lado el trabajo con el actor y con las dramaturgias: “Es un faltante en las escuelas que enseñan cine o televisión, pues no hay acuerdos con escuelas de arte dramático y los estudiantes no saben qué hacer cuando tienen a un actor en frente”.

Para Juan Carlos González, crítico de cine, el problema de los actores también está en los guiones flojos y la mala dirección, y para él hay un problema de identidad en el cine colombiano: “Todavía nos falta definir para dónde vamos. No sabemos qué tanto del cine que hacemos es un cine artístico y qué tanto es una apuesta comercial por la taquilla inmediata, que luego queda en el olvido del público”. González opina que muchas veces los realizadores subestiman al público pensando que los espectadores buscan en cine lo mismo que en televisión, lo que lleva a que se produzcan gran cantidad de comedias sosas o de novelas largas. “Falta adquirir un lenguaje propio para que se pueda comenzar a hablar de cine colombiano y no de películas colombianas”.

Aparece una vez más entonces la pregunta por cuáles son esos actores que han quedado grabados en la memoria reciente de nuestro cine. ¿Catalina Sandino, dirigida por Joshua Marston, en María llena eres de gracia? ¿Marlon Moreno, ganador como mejor actor en el Festival de Cine de Guadalajara 2008, por su actuación en Perro come perro, de Carlos Moreno? ¿Cuál otro? Damián Alcázar, de Satanás, es mexicano; Unax Ugalde, en Rosario Tijeras, es español, quién más... Buenos actores, sin duda hay en Colombia. ¿Cuál es entonces el fallo? Ospina intentará en su taller dar elementos para que cuando alguien se pare ante una cámara de cine entienda que, como dice Loboguerrero, el cine se construye por planos y no con gesticulaciones grandilocuentes.