domingo, 12 de julio de 2009

Los actores del conflicto

(Publicado en Revista Arcadia ed. 42)

¿Recuerda usted el nombre de al menos uno de los soldados que encontró la guaca de las Farc en la película más taquillera del cine colombiano Soñar no cuesta nada? ¿Sabe qué actores encarnaron a los dos amigos que se disputaban el amor de Flora Martínez en Rosario Tijeras? ¿Podría decir el nombre del actor que protagonizó la película del 2007 Esto huele mal? Si sus respuestas son negativas podría deberse a muchas razones. Una de ellas es que la industria cinematográfica colombiana, impulsada por la Ley del Cine en 2003, muchas veces criticada por la cantidad y no la calidad de producciones que aparecen en cartelera, pareciera que no ha producido actuaciones que se fijan en la memoria de los espectadores. Para Sebastián Ospina, actor y guionista caleño, nuestro país carece de una tradición cinematográfica, lo que hace que las actuaciones en las películas sean débiles. Por ello, quizá, los actores y directores, acostumbrados a trabajar en telenovelas y en teatro no logran acoplarse del todo al formato del cine.

El próximo 26 de marzo, Ospina inaugurará el taller “El actor y la cámara”, que pretende familiarizar a los actores colombianos con el lenguaje cinematográfico para lograr actuaciones más realistas en la pantalla gigante. No se debe ser un experto en artes escénicas para comprender que el teatro, la televisión y el cine tienen elementos narrativos propios y que cada uno llega de manera diferente al público. En el cine los actores deben valerse de pequeños gestos y sutilezas (que serán grabados por la cámara y ampliados en una pantalla gigante) para comunicar la interioridad de su personaje; en el teatro el actor debe valerse de su cuerpo para lograr gesticulaciones grandilocuentes que deben proyectarse hasta la última fila del auditorio; y en la televisión el actor debe apoyarse en un guión narrativo y explicativo en donde todo el tiempo se le cuenta al televidente aquello que el personaje siente y piensa. Es ahí donde Ospina es crítico, pues cree que en Colombia, aunque existen grandes actores de televisión y de teatro, estos todavía no se han adecuado al formato del cine: “La intimidad en televisión se expresa a través de parlamentos, no a través de un movimiento interior. El actor de cine es más interesante cuando escucha que cuando habla. En televisión, si el personaje deja de hablar, la cámara no se interesa por él. Por otro lado, el actor de teatro con sus grandes gestos se vuelve poco natural cuando se le acerca una cámara de cine, o se reduce en su actuación y se vuelve muy indicativo”. La directora bogotana Camila Loboguerrero está de acuerdo con los postulados de Ospina, pues cree que el actor de televisión o de teatro debe entender la manera en la que se hace el cine, para poder trabajar un personaje que no se cree escena a escena sino plano a plano.

Para insistir en aspectos como estos, Ospina busca centrarse en ejercicios de memoria sensorial; para muchos la base del trabajo del actor de cine y el núcleo del método de Stanislavsky y del Actor’s Studio de Nueva York, el lugar que cuenta con el orgullo de tener entre sus alumnos graduados a Marlon Brando, Robert de Niro, Al Pacino y Jack Nicholson, entre otros. Pero para Jorge Alí Triana, quien ha dirigido producciones cinematográficas, teatrales y televisivas, esos ejercicios deben acompañarse de una formación seria en artes escénicas: “En el teatro el actor se enfrenta a la exploración y al estudio de la construcción de un personaje. Pienso que el hecho de que un actor tenga una fuerte formación teatral no quiere decir que no pueda adecuarse a los lenguajes del cine y de la televisión. En mi experiencia personal, siento que los actores de teatro pueden adecuarse a cualquier lenguaje y no viceversa. El buen actor teatral es un buen actor de cine y de televisión. Yo creo que el mundo se divide entre actores buenos y malos, provengan de donde provengan, sin embargo, podríamos hacer una estadística con los grandes actores universales y ver que ellos siempre han pasado por las tablas”.

Actualmente en Colombia solo tres instituciones académicas ofrecen el título profesional de Maestro en Artes Escénicas o en Arte Dramático. Para Diego Barragán, profesor de voz de la carrera de Arte Dramático de la Universidad Central, la importancia de la profesionalización del actor reside en que al tener un título de pregrado el artista puede continuar sus estudios de posgrado en otros países y así complementar su formación. Sin embargo, pareciera que no se han hecho muchos avances en la profesionalización del actor desde la década de los noventa, cuando la Escuela Nacional de Arte Dramático (enad) abandonó la tarea de formar profesionales en teatro. Para Róbinson Díaz, actor de cine, televisión y teatro, el problema de la profesionalización se liga con la falta de exclusividad de actores para cine en Colombia: “Desde que la Corte Suprema dijo que los actores hacíamos un oficio, que somos como artesanos, sin tarjeta profesional, trabajadores independientes, no hay ninguna jerarquía, ni estándares, ni escalafones para calificar el trabajo del actor. Acá el reconocimiento depende de la fama, y esta está ligada a los vaivenes de los éxitos en la televisión. Entonces a los actores nos toca trabajar en televisión, que no es ningún pecado, sino una realidad. Hay mucha gente talentosa que trabaja en la televisión para poder vivir”. Díaz anota que aunque en Colombia no hay una formación para prepararse técnicamente a las exigencias del cine, el actor aprende en el camino a adecuarse a este. Para él no hay una actuación exclusiva para cine o para televisión, esto depende del buen trabajo del actor: “El problema de fondo con el cine colombiano es que a los guiones les falta contundencia, no tienen historias coherentes y no entienden cómo se construye un personaje. Por otro lado, los directores de cine y televisión trabajan en función de esquemas de producción en lugar de trabajar al servicio de las buenas historias”.

Esta opinión la comparte Jorge Alí Triana, quien cree que el problema de la mala actuación en el cine colombiano no recae solo en los actores, que no se ajustan al formato, sino también en los directores: “Los directores están formados en narraciones visuales. Muchos de ellos vienen de hacer comerciales, por ejemplo, y piensan más en el lente que en la dramaturgia. Eso hace que las actuaciones sean precarias”. Camila Loboguerrero piensa de manera similar. Habla desde su experiencia como docente de la carrera de Cine y Televisión de la Universidad Nacional, en donde la preparación para un director de cine se centra en la técnica y se deja de lado el trabajo con el actor y con las dramaturgias: “Es un faltante en las escuelas que enseñan cine o televisión, pues no hay acuerdos con escuelas de arte dramático y los estudiantes no saben qué hacer cuando tienen a un actor en frente”.

Para Juan Carlos González, crítico de cine, el problema de los actores también está en los guiones flojos y la mala dirección, y para él hay un problema de identidad en el cine colombiano: “Todavía nos falta definir para dónde vamos. No sabemos qué tanto del cine que hacemos es un cine artístico y qué tanto es una apuesta comercial por la taquilla inmediata, que luego queda en el olvido del público”. González opina que muchas veces los realizadores subestiman al público pensando que los espectadores buscan en cine lo mismo que en televisión, lo que lleva a que se produzcan gran cantidad de comedias sosas o de novelas largas. “Falta adquirir un lenguaje propio para que se pueda comenzar a hablar de cine colombiano y no de películas colombianas”.

Aparece una vez más entonces la pregunta por cuáles son esos actores que han quedado grabados en la memoria reciente de nuestro cine. ¿Catalina Sandino, dirigida por Joshua Marston, en María llena eres de gracia? ¿Marlon Moreno, ganador como mejor actor en el Festival de Cine de Guadalajara 2008, por su actuación en Perro come perro, de Carlos Moreno? ¿Cuál otro? Damián Alcázar, de Satanás, es mexicano; Unax Ugalde, en Rosario Tijeras, es español, quién más... Buenos actores, sin duda hay en Colombia. ¿Cuál es entonces el fallo? Ospina intentará en su taller dar elementos para que cuando alguien se pare ante una cámara de cine entienda que, como dice Loboguerrero, el cine se construye por planos y no con gesticulaciones grandilocuentes.

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